Si las cosas siguen como hasta
ahora, el Perú volverá a caer en las fauces del autoritarismo fujimorista. Con
una sonrisa pícara, el JNE acaba de sacar de las elecciones a Guzmán, apelando
a una suerte de irregularidad administrativa. Los políticos y los periodistas
se encogen de hombros y señalan que “la ley es la ley”. Los demás partidos
prefieren no ver la viga que tienen en el ojo. Keiko entrega dinero en campaña,
pero el JNE – sección fiscalización – emite un informe en el que sostiene que no hay prueba que la incrimine. O sea, le da una palmadita en la espalda.
Lo que le costó a Acuña la candidatura aquí se pasa por agua tibia.
La prensa – el grupo El Comercio
y RPP en particular – tratan a los fujimoristas con guantes de seda. Nadie
quiere recordar la dictadura cleptocrática que gobernó al país durante los
noventas, que depredó el tesoro público, mató peruanos y negoció con narcos y
traficantes de armas. No recuerdan el avión presidencial pletórico de cocaína.
Quieren olvidar que el régimen de Fujimori remató el Perú, autorizó el imperio
de las combis en las pistas, y aprobó la proliferación de universidades empresa
que degradaron la educación. Que fue el gobierno de Fujimori el que compró la
prensa escrita y audiovisual, que popularizó a Laura Bozzo. Ahora nos quieren
imponer a su hija Keiko, que está rodeada de sus antiguos colaboradores, que
jamás ha tenido un trabajo, que estudió con los impuestos de los peruanos y que
quiere devolvernos a esa década de pesadilla.
Nos costó tanto derrotar a esos malhechores
del poder y ahora quieren regresar.
No permitamos
que el JNE y la prensa irresponsable propicien el triunfo del fujimorismo.
Avisen que ha regresado la
marrana, que la marrana retorna con la furia de los antiguos dioses del Mediterráneo.
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